martes, 30 de septiembre de 2008

5)

Rosa me regaló un cuaderno. Ella nunca me preguntó si escribía. Ella nunca me preguntó por mis estudios. Durante mucho tiempo no le di la chance. Rosa es mi abuela de 87 años. Durante 7 años no me hable con ella. Desde sus 79 hasta el año pasado. Desde Febrero voy a su casa los sábados y almuerzo con ella. Mi abuela es tana de La Boca, de Avenida Suárez, de banchero y de Quinquela. Cuando se casó con Arcángel, hace 66 años se mudó a Boedo. Y allí es donde los sábados voy. Mi abuela dice que no puede hablar con los jóvenes. Es su manera de decir que no entiende al mundo actual. Conmigo habla, incluso nos animamos a discutir sobre algunos contrapuntos derivados de los temas que se tratan. Pero ella insiste en que no puede hablar. Ella no sabe que escribo. Ella me regaló un cuaderno. Fue el sábado anterior. Este sábado, luego de pedalear las 30 cuadras que separan mi casa de su casa, me recibió, como siempre, con la mesa preparada y la comida casi a punto de cocción. A veces me deja que yo le cocine, pero ella insiste en agasajarme. Ella, por sobre todas las cosas es una cocinera. Al menos en mi recuerdo. Que para mi abuela es la completitud, su completitud: el recuerdo. Fue una cocinera de toda la cancha, de todos los días. De doble turno. El día que me cedió su cocina para que le prepare, muy desvergonzado, unas bruschettas, comprendí lo que es sentirse orgulloso de uno mismo. Pero estaba con el tema del cuaderno. Entonces apenas llego me pregunta si me había gustado el cuaderno:
- Si abuelita, gracias. Mira lo tengo en la mochila – y se lo muestro.
- Y por qué llevas el cuaderno en la mochila – preguntó
- Porque a veces escribo.
La mire, me miró. Ella movió la cabeza de arriba hacia abajo repitiendo el movimiento. En silencio. Como el cuaderno Gloria, que se me había quedado sin hojas. Sin decir nada. ¿Y cómo querés que escriba si no tengo el cuaderno?

lunes, 29 de septiembre de 2008

barullo en AMBA

Estudio en AMBA. 500 casos. Universo de análisis: Habitantes del Área Metropolitana de Buenos Aires. Ponderado por género, edad y NSE.

1) ¿Usted cree que la solución al conflicto entre el campo y el gobierno nacional se producirá a partir del diálogo o a partir de la protesta?

A partir del diálogo: 63.2%
A partir de la protesta: 30.6%
Ns/Nc: 6.2%

2) ¿Cuál de los sectores que participan del conflicto está más abierto al diálogo?

El gobierno nacional: 15.0%
El sector agropecuario: 67.4%
Ninguno de ambos: 13.0%
Ns/Nc: 4.6%

3) Luego de la reunión que mantuvieron la Mesa de Enlace y el Secretario de Agricultura, el sector agropecuario comenzó a impulsar una nueva medida de fuerza que incluye paros y movilización a Capital Federal, al respecto le pregunto: ¿Cuál es su grado de acuerdo con que el sector agropecuario efectue esta protesta?

Total / Parcial acuerdo: 51.1%
Total / Parcial desacuerdo: 45.4%
Ns/Nc: 3.5%

4) ¿Usted cree que el reclamo del sector agropecuario es un reclamo justo?

Si: 72.5%
No: 20.3%
Ns/Nc: 7.2%

PROXIMAMENTE LAS APERTURAS.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

4)

En el ignoto día del politólogo me puse a reflexionar. No tanto sobre la veracidad acerca de los oficios pasados de Tomas Varnagy como (me, nos) contó una vez, sobre el arreglo de heladeras. A propósito, que ganas de tener un fin de semana a puro sol y tirarme sobre el pasto de la costanera sur. Ahí, donde Macri y sus empleados decidieron cerrar la reserva el domingo pasado ante el riesgo de incendios por parte de los pibes que festejaban (su?) día. Como yo ahora que festejo escribiendo (y escribiéndote, claro) y quizá me ponga medio piromaníaco y queme el cuaderno Gloria (ya hable del Gloria, acá). Pero retomo, digo, me chupa un huevo los oficios de Tomás Varnagy. Tampoco voy a reflexionar sobre Malimacci y su participación en la mesa de Mirtha Legrand como portador de raciocinio frente a la gama variada de personas que publicitaban su vacío. Igual de los dos me acuerdo bien cada vez que pienso mis tiempos de estudiante. No así de Naishtat que tenía serios problemas.
Tengo ganas de hablar sobre representación y kirchnerismo. Pero ya el título me predispone mal así que mejor escribo y después vemos lo que salió. Más bien tengo ganas de tirar ideas y vemos. Hacer un desparramo y después vemos si ordenamos, si completamos o si tiramos todo al tacho o lo incendiamos (que miedo Mauricio, que tumba Ibarra).
A ver, hagamos la pregunta: ¿a qué juega el kirchnerismo? (de que se la da, me apunta uno). No, ya sabemos de qué se la da. Incluso puede que realmente sea aquello que suponemos que se la da. Acá no sé. No tengo la más puta idea, en serio. Y no me importa. Otro tema me interesa, ya lo dije, no?: La representación. Y sumo algo. La representación como factor. Y te la completo: La ausencia de representación como factor de cambio.
Cambio. Dije cambio, y Cristina también dijo cambio. Hoy, en la asamblea de los gobiernos. Bueno no dijo precisamente la palabra cambio. Más bien dijo que “es necesario construir un mundo diferente al que hemos tenido hasta ahora”. Cristina… sus discursos es la medida de mi candor kirchnerista. Y es el motor que me lleva a escribir hoy, en el día del politólogo (Feliz día, gracias). Se lo debo a ella. Porque cuando habla, todavía quiero creer. Siempre me pareció que aquello que los medios reproducen a la sociedad como crítica, me parece su mayor fortaleza: su petulancia. Digo, a mi no me molesta su presunción, su presumir. Pero bueno, no me postulo ni en pedo de asesor. Para que, si se la saben todas. Pero estaba con las palabras de Cristina. Antes que nada, gracias por el regalo a los politólogos. Buen discurso, al punto, listo, certero. Como el tipo/mina que tiene las/os pelotas/ovarios por el piso de la misma cantinela de siempre y se la manda a guardar. Fue un “me tenés podrida”. Ojo, el mundo también está podrido de nosotros y por nosotros. Mano a mano hemos quedado… nos gustaría cantar.
Bueno, ella tiene su estilo. Lo que dice, lo dice con su estilo, medio provinciano. Ella dice “efecto Jazz”. Que no es como el tequila o la Caipirinha que te deja dando vueltas de puro mareo. Que se yo, para mi fue como si se le cayeran un par de torres más, como las del 2001. Como en el final del “Club de la pelea”. Se les vino New York abajo y quedó a escala humana. Yo lo digo así, mezcla de bambino ilustrado y politólogo de cafetín. Pero ella dice “efecto Jazz”. ¿Habrá escuchado Jazz alguna vez? Parece que no. El Jazz no genera un cimbronazo. El “efecto blues” sería más pertinente para acompañar las imágenes de los agentes de bolsas del mundo por estos días. Otra puede ser el “efecto gran manzana podrida”. La indigesta subprime. Pero ella dijo Jazz y tenía ganas de decirles algo. Lo rotulo mal, pero que importa. Cristina representaba a ese paciente que después de tantas recetas que la llevaba a la farmacia, le producía el efecto de ritualizar ese “ir” a la farmacia. Porque vivíamos con el agua por el cuello, pero bien aromatizados. Y también dijo eso de la “mayor intervención estatal en la historia de los estado-nación”. En fin, las vueltas de la vida política. Y esta mujer se lo dijo a ellos, no a su marido. Muchos esperan que le diga “me tenés podrida” a su marido. Pero ella no se lo dice a Néstor, se lo dice a ellos. Qué regalo en el día del politólogo. Y los regalos se agradecen sin mirar los dientes. Entonces hacemos como que no miramos los dientes y decimos: Gracias.
Pero yo quería hablar de representación. Pousadela hace un buen compendio de los orígenes de las revoluciones norteamericanas y francesas donde el embrión del conflicto está dado por la falta de representación de un sector dinámico, de peso, en la sociedad. Es decir, la ausencia de representación no es un paréntesis en la historia. La representación es clave para los procesos de cambio en las sociedades modernas. Ella dijo que nos merecemos otro mundo. Es decir que debemos cambiar. Así, no. Dijo. Y entonces vuelvo acá. Al sur del croissant oriental de Bolivia.
Entonces repito la pregunta: ¿a qué juega políticamente el kirchnerismo? Que hace para representar a los carentes de representación. Se acuerdan el diciembre de 2001. Acá cerquita. No 1776 o 1789. Acá nomás, cuando la gente estaba podrida en serio de los sellos de sus representantes. Casi como ahora. Qué cosa la cultura política argentina que se niega a generar algo nuevo que represente a los no-representados. Esa manía de situar los procesos de cambio en la literatura tradicional partidaria. El “ellos” y el “nosotros” diezmado ante el surgimiento de un “cesarismo cobista” que la gente votaría sin desparpajo. El kirchnerismo que se repliega en el “¿aparatoperonistadeizquierda?”. La consecuencia inmediata, casi automática, de hacer surgir el aparato peronista de derecha. Y ahí estamos. En la vaguedad de lo que fue y quiere seguir siendo. La gloria alcanzada no será negociada. Ahí están los eslogans peronistas que me depositan en la tribuna de cualquier estadio. Ojo, uno cree que el kirchnerismo no será del todo desleal. Que no negará la política. Es decir, y hablando en términos de cancha: no se irá del campo sin jugar el partido. No se van a ir fácil. El kirchnerismo no abandona. Está bien, pero esto es juego profesional. Como en los torneos de AFA. Entonces importa “la semana”, lo que sucede alrededor de la competencia. Incluso del juego. Entonces miramos alrededor y vemos como contratan a los tipos que vienen a jugar por 6 meses y después se reubican rápido. Con o sin campeonato. Mientras que los que quieren salir de perdedores, los carentes de representación, los que evacuó políticamente el sistema se comen el banco, con suerte. No tienen representantes que los llamen y le acaricien el lomo. No hay aliento que acompañe el esfuerzo. A veces se ilusionan con alguna oferta digna que los reubique y se puedan mostrar un poquito. Afirman: y si el juego es así. Si estamos acá adentro juguemos dentro de las reglas, no con las reglas. Si uno quiere competir tiene que aceptar las reglas, nos convencemos todos. Claro, decimos. Seguro, repetimos. Pero lo que prevalece es el movimiento, el flujo de negocios que no se ajustan a las reglas estrictas del juego. Sabemos que un cabezazo es desleal, que una patada de atrás traicionera te puede sacar de la cancha. Eso lo sabemos y nos cuidamos de no hacerlo. Pero el “alrededor” de la profesionalidad no tiene reglas. Lo que no te enteras no está sujeto a la normativa de la competencia. Y lo dejamos pasar, si total nosotros queremos jugar un cachito, tratar bien la pelota y que el viernes en la concentración, el técnico me agarre del brazo y me pregunte como estoy para el domingo. Y sin darnos cuenta estamos comiendo un asado con el volante por derecha que te quiere apadrinar.
En el kirchnerismo no se observa una vocación de ordenar la competencia, el sistema de partidos. Posee un marcado discurso que hace hincapié en lo distinto de su visión de cómo hacer políticas en el país. Incluso corre los límites de lo que se puede enunciar políticamente, pero lo sujeta a una estructura partidaria que hace décadas que no incorpora nuevos sujetos que formen los pilares de su dinamismo. El ejemplo de los movimientos sociales es el más nítido, pero también me refiero a las capas medias, a los profesionales jóvenes, a los pequeños comerciantes en ascenso, a los pequeños productores enojados. Pero volviendo a los movimientos sociales, aquellos que están alineados con el kirchnerismo (no con el Pejotismo) no se sitúan como miembros militantes o activistas de la organización. No poseen esa característica de “núcleo duro” donde los define su labor cotidiana en esa estructura. Es decir, los peronistas denostan a D`Elia y viceversa. Una de las enseñanzas del conflicto con el campo fue que agrupar no es igual a sumar. Y la consecuencia es que aparezca un arribista converso no positivo y te defina el pleito y surja la amenaza de que se piante con los votos de los no representados. Comprende compadre.
Entonces me pregunto, ¿se deben seguir circunscribiendo políticas inclusivas dentro de un marco tradicional de pertenencia partidaria que es excluyente como el pejotismo? Es decir, ¿Moyano te acompaña porque le cantas la marchita o porque le aseguras que los muchachos que el representa no queden rezagados en la vincularidad salario-inflación? (Di lo tuyo Bill).
¿Y los no representados, tanto los que pusimos el cuerpo en las plazas de mayo y congreso como aquellos que no fueron o incluso estaban por tomarse el bondi al botánico?. Es decir, los que estamos descreídos pero queremos creer. Los del 2001, nuestro embrión de cambio. Los que vomitó el sistema. Los que se cansaron y dijeron basta. Los que desprecia el poder. Las consecuencias del 2001. Los no representados y el kirchnerismo. Con la amenaza de que este sea deglutido por la tradicionalidad política. El riesgo de que el kirchnerismo sea fungible. Por errores propios. Por ser extemporáneo. Por negar que una mayor profundidad institucional confluya en una nueva estructuración política que alcance a quienes están podridos de lo que hay.
Pero hoy Cristina dijo que todo el mundo merece un cambio. Y hoy no le vamos a mirar los dientes al caballo. Pero mañana no continúa siendo la fecha de nacimiento de Mariano Moreno. Y no aceptamos regalos retrasados. Mejor que queden para el 2009 que los vamos a necesitar. Entonces desde mañana volveremos a mirar la dentadura y contar las piezas rotas y las sanas y seguiremos decidiendo no lavarles los dientes.

martes, 23 de septiembre de 2008

Contando votos

Estudio Nacional. 1000 casos. Resultados ponderados por género, edad, NSE y estrato poblacional.
Escenarios Electorales:
I)
Mauricio Macri 26.2%
Cristina Fernández 17.7%
Elisa Carrió 11.7%
Roberto Lavagna 8.9%
Hermes Binner 8.9%
Alberto Rodríguez Saá 8.4%
Otros 1.0%
Voto Negativo 13.3%
Ns/Nc 3.9%
II)
Néstor Kirchner 25.5%
Mauricio Macri 18.8%
Elisa Carrió 12.5%
Hermes Binner 9.7%
Roberto Lavagna 8.4%
Alberto Rodríguez Saá 8.1%
Otros 0.3%
Voto Negativo 12.6%
Ns/Nc 4.1%
III)
Julio Cobos 29.3%
Néstor Kirchner 19.1%
Mauricio Macri 14.8%
Elisa Carrió 8.5%
Hermes Binner 7.6%
Roberto Lavagna 6.2%
Alberto Rodríguez Saá 4.9%
Otros 0.1%
Voto Negativo 5.6%
Ns/Nc 3.9%

lunes, 22 de septiembre de 2008

3)

Ayer me acordaba un montón de cosas que hacía mucho que no me acordaba. Pensaba en escribirlas. Ahora no las recuerdo del todo pero si me quedan las sensaciones que tuve a cada momento que rememoraba. Ni melancolía, ni extrañeza. Más bien alegría, de la buena, de la única cuando uno dice Alegría.
La ola de recuerdos eran anécdotas, situaciones, embrollos, cagadas. Con interlocutores amigos o de los que pasan y no quedan.
Y hoy con los amigos nos fuimos a jugar a la pelota, no al fútbol. Nosotros jugamos a la pelota. El fútbol ya es un concepto que engloba algo más que juntar x pibes, armar los equipos y jugar. Ojo, tenemos nuestro orden, nuestra táctica, nuestro enojo, nuestro grito de gol, nuestra gloria, nuestro lujo, nuestra raspada en el sintético. Tenemos lo necesario. El fútbol nos excede. El fútbol nos queda grande y nadie llora por eso. Nosotros no lloramos por la carencia de exceso. Después nos fuimos a comer a un restorán armenio de Palermo. Y en esa mesa de 4 estaba todo lo que la ola trajo, rompiendo. Anécdotas, situaciones, recuerdos, embrollos, cagadas, interlocutores amigos y de los que pasan y no quedan.
Hablábamos, nos escuchábamos, y los disfrutaba. Tantas veces se repitió este ritual y tan pocas veces en ese estado. En ese “estado de abierto” (gracias Heidegger, gracias Feinmann).
El “estado de abierto”, donde el tamiz de mi cabeza no me ubica en la paciencia de los azotes donde cada comentario venía con dolor. Donde la palabra exterior es lo que es, y yo soy lo que soy (perdón Sandra) y no lo que me gustaría que sea y no es.
Uno contó que se separó, venía mal hace tiempo. No era una sorpresa. Entonces uno dice lo que realmente importa en ese momento: “Avisa cuando querés que tiremos el colchón en casa”. Todo lo otro es Concierto Folclórico Nacional. Otro contó que va a ser papa.
Yo no fui papa pero me separé hace un tiempo. Y así siguió la noche. Sin conciertos, pero tampoco con desconciertos. Ese tiempo ya pasó. Ojo, no se mucho más que esto. Pero antes no lo sabía.
Y te cuento esto porque tiene que ver con lo que escribí los otros días y tendrá que ver con lo que escriba en adelante. De algún modo tendrá que ver con todo lo que escriba. Sino no entendiste nada todavía.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Septiembre 08

Estudio Nacional. 1000 casos. Tercera semana de Septiembre.
Categorías agrupadas (Muy /Algo positiva= POSITIVA; Algo / Muy negativa= NEGATIVA).
Datos ponderados por género, edad, NSE y estrato poblacional.
Imagen Cristina:
Positiva: 39.9%
Negativa: 58.8%
Ns/Nc: 1.3%
Evaluación de Gestión:
Positiva: 40.3%
Negativa:58.6%
Ns/Nc: 1.1%

martes, 16 de septiembre de 2008

2)

Durante estas semanas algunas cosas parecieron situarse en el plano de la normalidad. Lo normal entendido como previsible. Entendido falazmente como similar a común, a esperable. Esa es mi idea chata de normalidad, basado en lo que yo suponía que serían estos años combinados de macrismo local y kirchnerismo nacional. Me imaginaba un kirchnerismo surfeando las olas con buen equilibrio, hasta con onda, incluso haciendo piruetas que te arrancaban algún aplauso. Siempre con la cabeza bien lejos de sumergirse. Al revés, imaginaba un macrismo asfixiado, sin cartel propio. Sitiado por protestas callejeras. El Yin y el Yang político. Las políticas “oscuras” de Macri resaltarían la luz tenue de Cristina. Una cosa así. La puesta en escena de lo siempre claro y fácil izquierda-derecha estructurándose desde el centro. La primera mitad del año mostró lo contrario, no hace falta agregar mucho sobre esto. Ya se ha escrito bastante. Pero durante la semana pasada los hechos políticos mostraban la normalidad deseada. Las calles de la ciudad cortadas, los colegios tomados, la legislatura ocupada por estudiantes secundarios que se oponían al recorte de becas o a una redistribución de las mismas, según como se lo quiera titular. Reminiscencias de un conflicto anterior. Espejos malditos enfrentados que me ilusionaban con opuestos. En definitiva, los estudiantes pedían mantener sus becas. El gobierno porteño decía que quería hacer una reasignación de las mismas hacía sectores con menos recursos. Medida bien progre contra los progres. Que barullo.
Pero hubo una escena que me llamó la atención. Un estudiante intrépido, en la legislatura, se adelanta a sus compañeros y le recrimina fuertemente al ministro de educación porteño, Mariano Narodowski, la decisión de “tocar” los beneficios. Miraba las imágenes sin apasionamiento. Hasta con cierta impavidez. Entonces recordé otra escena que la tv había arrojado. Era una escena perdida del año 2005, como será esta de los estudiantes. Una escena que en ese entonces sorprendía por lo inesperado. Ahora se repite mucho. Ahora casi se escucha en varios ámbitos y no sorprende su enunciación. Unas palabras que hoy piden, lastimosamente, permiso de legitimidad. La escena recordada tenía como protagonista a un familiar de una víctima del incendio en el boliche Cromagnon. Irascible, con el dolor fresco, en la piel, en el cuerpo. El sitio era el mismo que ahora. La legislatura porteña. Se trataba del juicio político a Ibarra. Los familiares fueron desalojados de la sala a causa de sus gritos e insultos dirigidos hacia los legisladores ibarristas/kirchneristas/socialistas que intentaban evitar el juicio. El desalojo se produce, y los familiares desembocan en el hall a los empujones. Las cámaras de tv y la noche completaban el paisaje. Uno de los padres de una víctima del incendio se acercó a las cámaras y dijo: “Kirchner hijo de puta, las vas a pagar”. Caramba, que frase. Que potencia a pesar de la soledad del grito. En ese entonces nadie le decía hijo de puta a Kirchner. Al menos nadie desde los medios. Era el primer insulto a un presidente desde De La Rúa (campeón indiscutido). Y nadie lo decía porque no había motivos para decirlo. Nadie tenía tanto dolor como ese padre. Nadie tenía tanta perdida, ni tanto desamparo público.
Esas palabras alteraban el paisaje habitual de esos tiempos. Me preguntaba, ¿y si esas palabras comenzaban a multiplicarse? ¿Y si la gente otra vez se enfurecía con el Poder? Si comenzaban otra vez a manifestarse los gritos de la bronca, de la insatisfacción, a causa del desprecio, de la mentira del Poder. Es decir, ¿y si la gente accionaba su civilidad? Durante un tiempo me mantuve expectante de lo que sucedía. Los días pasaron y la cosa volvió a cierta normalidad. A lo corriente de esos días. Nadie puteaba a Kirchner, ni a nadie de por ahí. Para putear a Kirchner se te tenía que morir un hijo en un recital. Más bien la gente se seguía puteando entre sí. Se trompeaban, se afanaban. Como es costumbre, los medios dosificaban la violencia en términos domésticos o callejeros. Mientras el Poder de tanto en tanto se postulaba para los aplausos. Todo volvía a la ansiada normalidad. Todo volvía a la seguridad de las cosas. Como por estos días donde por un momento sentí que las cosas eran como creía que serían, como me las había imaginado por hábito, por costumbre, por chatura analítica de bandos. El grito ciudadano hacia el macrismo. Los cantitos de los pibes diciendo “MACRI=DICTADURA”. Los cortes de calles espontáneos. Los insultos a las autoridades políticas. Las desmesuras, las desmesuras. “Como a los nazis te va a pasar…”. Los pibes aprenden rápido. Será que las desmesuras se aprenden rápido. Y también estaban los periodistas progres campestres que sentaban a un pibe-paradigma y le preguntaba cuanto lo afectaba el recorte de la beca. Y el pibe (morocho) respondía “mucho”.
Había barullo otra vez. Barullo berreta, como todos los barullos después del 2001. Pero este estado de la situación dura poco, y todo vuelve a otra normalidad. La normalidad de varios que se quejan porque los pibes no estudian, porque los pibes se convierten paulatinamente en pequeños políticos en potencia. Y que la ciudad es un caos por los cortes, y que los trenes después de que se incendian, viajan igual pero con solicitadas de compromiso. Como viajan las valijas con guita de aquí para allá.
Entonces la normalidad es el barullo. El ruido de las cosas. Las palabras incesantes. Los pibes, los padres, el grito insolente, el grito de dolor, que el Poder desprecia a diestra y siniestra. Con + o – Estado.

lunes, 15 de septiembre de 2008

1)

Hoy iba a comenzar a escribir pero me olvidé el cuaderno en casa. Ahora estoy en el laburo. Faltan quince minutos para que termine la fucking jornada, aunque estoy al pedo desde hace dos horas. Sí, hoy fue un día de trajín laboral (otro día les cuento mi dinámica laboral y los motivos). En definitiva, había decidido comenzar a escribir hoy, pero sin el cuaderno no.
Atenti, el cuaderno no tiene nada de especial. Es un Gloria de ahora. Es decir, como el de antes pero más trucho. En realidad más liviano, menos grueso. Con menos gramaje. El cuaderno será la medida que me permita saber cuánto me comprometo con esto. El cuaderno será la constante. Estará allí aunque no escriba todos los días.