El día más caluroso del año, de la década, del siglo, en el último clima infernal, me desvinculé de la empresa en la cuál trabajé algo más de cinco años. La consultora, a través de su gerente de RRHH, tomó la iniciativa. Ambos nos sentamos alrededor de una mesa grande, la misma mesa que posibilita que diez o doce personas desconocidas entre si y elegidas a través de un método opinen sobre diversos temas que van desde el testeo de la nueva bebida cola hasta las opiniones de las amas de casa sobre las carteras de Cristina. Desde la penetración del proceso de branding de alguna empresa de telecomunicaciones hasta los discursos de una mujer en la cúspide del poder formal de un país. Allí mismo donde tomaba apuntes para algún informe cualitativo de ocasión, hoy era a mi a quien testeaban con una suma de dinero.
Diego, esta situación no da para más, el desgaste con la empresa y con el equipo de trabajo llegó a un punto de difícil continuidad. Como te lo explico, a ver, pensemos en una máquina, pensemos que cada integrante de ese equipo es un engranaje que permite que esta máquina funcione bien. Si uno de esos engranajes no cumple su función, el proceso entra en crisis y hay riesgo de que otros engranajes también dejen de funcionar correctamente. Además imagino que esta situación tampoco es grata para vos. ¿De que te sirve seguir acá en este contexto? Debe ser difícil de soportar, a menos que seas una máquina.
El modo de rotular esta separación fue un Acuerdo de Desvinculación Espontánea. Uno podría decir que no logré adaptarme a ciertos procedimientos de la empresa, o mejor dicho me des-adapte. La realidad es que nunca pude asimilar mi perfil numérico. No me acostumbré a la figura que el espejo mostraba y yo no podía ver en mi espejo plano:
La manera que siempre encontré más fácil para adaptarme al entorno que me ha tocado, estuvo circunscripta a formas de copiar a otro. Uno elige entre todas las variantes existentes a ese otro supuestamente adaptado e imita. Es una manera de evitar la soledad. Es la práctica común de los que están acá preguntándose cosas y sin ánimo de ver aquello que se indagan. La imitación es el ticket preferencial hacia una habitación A Puerta Cerrada. Es decir, es un camino cómodo al infierno.
Ahora sucede el des-acostumbramiento de las acciones más automáticas. Aquellas relacionadas con el desayuno apresurado, el uso de vestimenta formal, la caminata recta hacia el medio de transporte que me deposita en el sitio donde ejercía mis labores, las charlas con los compañeros deseados y no deseados. Ahora todo va tomando otro color y otro aire. El agobiante calor dio paso a una lluvia fuerte, de puta madre, en tres días de corrido.
Ahora me voy a mirar al espejo, voy a ver como quedé, me miraré de frente para saber como está el relleno del huevo. Voy a conocerme un poco más de diferentes maneras, pero siempre mirándome en el espejo, en los múltiples espejos. Voy a lavarme los dientes y la cara y a peinarme. Voy a utilizar toda la cosmética que los Curriculums permiten. Antes de irme a dormir voy a mirarme en otro espejo que se titulará Los Lunes Al Sol. Serán dos horas de una mínima vigilia de redención onírica. Serán dos horas que operarán para, al menos, comprender un poquito más de que se tratará mañana ese (mi) Lunes al Sol. Luego me observaré en el espejo de la lectura, a través de Hartmut Hentschel (flojo wikipedia). Iniciaré la errática lectura de su manual; y me detendré en algunos párrafos introductorios:
No nos gustan los “conformistas” y los criticamos. Pero, ¿Dónde están los no-conformistas, la “masa crítica” de la sociedad? No nos referimos en este contexto a la oposición política o las organizaciones que movilizan la protesta social. Nos referimos a la persona como ciudadano. En la democracia el ciudadano es la máxima autoridad y de ahí también, el verdadero responsable de la situación en que se encuentran el Estado y la sociedad. Pero, aparentemente, nadie se involucra (predominando el “no te metas”) y al final casi todos aquellos que las critican asumen las mismas actitudes conformistas. Sería equivocado circunscribir este conformismo solamente a las áreas políticas y sociales. Es notable también en la vida laboral, donde las premisas “no hacer olas”, “cuidar la quintita”, llevan invariablemente a la mediocridad, es decir a adoptar actitudes conformes a los estándares y costumbres vigentes. En consecuencia, este amoldamiento promueve la pérdida de impulsos necesarios para mantener dinámico al sistema. Si el acomodarse a las circunstancias tiene por resultado el ascenso en la trayectoria laboral, se contaminan poco a poco los estratos dirigentes con este bacilo y la mimetización pasa a ser norma general.
Todos serán espejos amables, de alguna manera. Todos estos espejos suaves me fortalecerán y servirán para empezar a mirar donde más recóndito parece todo, el preciso lugar donde está uno. Allí, donde la manipulación es un alfiler que pincha. Ahí nomás, en la historia propia, sin épica, sin textos, sin palabras, sin consuelos. Allí mismo, por ejemplo, donde me recuerdo siendo blanco de las cargadas de algunos compañeros de colegio porque me gustaba una chica que no cumplía los estándares de belleza ajena. Donde si bien las ofensas no estaban dirigidas a mi persona, sino más bien a aspectos corporales de tipo renacentisa de mi novia, estas cargadas en nada influían la percepción que tenía acerca de mi amor hacia ella; pero si se volvían como dardos hacia mi cuando veía como esos mismos chicos se acercaban a nosotros y eran puro respeto y amabilidad. Eso me provocaba una gran irritación. Esa manipulación de aquella época, como la manipulación de esta época. Esa manipulación voluntariosa, estoica y predominante que te sujeta y te pincha por todos los costados. La que te provoca gritar.